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lunes, 25 de julio de 2011

EL SENTIDO COMÚN Y LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES EN LA PROVINCIA DE SANTA FE

El sentido común de una sociedad determina lo que está bien y lo que está mal, lo que es permitido y lo que es prohibido hacer. En política, el sentido común pone los límites, establece las fronteras entre aquello que se puede modificar y aquello que es inmodificable. A partir de la noción de sentido común podemos formular la distinción entre dos tipos de acción política. De un lado, las acciones dirigidas a reforzar el sentido común dominante, a fortalecer el carácter natural y eterno de las relaciones de poder existentes. De otro lado, las acciones tendientes a lograr la ampliación y la modificación del sentido común vigente, la militancia cuyo objetivo es mostrar que lo existente (lo "natural") puede y debe ser modificado.

Los resultados de las elecciones de ayer en la provincia de Santa Fe representan una bofetada aplicada por el sentido común a las ilusiones de quienes creen que los llamados "cambios culturales" son la vía para la construcción de una nueva hegemonía popular, capaz de disputarle el poder a las clases dominantes. El argumento que esgrimen estos militantes de "lo cultural" es el siguiente: el fracaso al imponer la Resolución 125/08 mostró a las claras que la correlación de fuerzas es altamente desfavorable al "campo nacional y popular", al que identifican con el gobierno de Cristina Fernández. Entonces, dicen estos militantes, el camino a seguir consiste en renunciar a todo intento de confrontar materialmente con los poderosos, y concentrarse en dar la "batalla cultural". La ley de medios y el matrimonio igualitario son dos de los aspectos más relevantes de dicho empeño, definido por sus defensores como la puesta en marcha de una "revolución cultural". En medio de su entusiasmo por "transformar la realidad", los más sofisticados de estos militantes convirtieron a Antonio Gramsci, el marxista italiano que siempre tuvo claro que la política era una lucha por tomar el poder, en un progresista ilustrado, partidario de la lucha mediática y enemigo de la lucha de clases.

Mientras nuestros militantes se esforzaban, los empresarios acumulaban y acumulaban, ganaban y ganaban. Puesto que la "batalla cultural" no cuestionaba ni la legislación laboral de los '90, ni las privatizaciones, ni las ganancias de los empresarios, y dado que un 35% de los trabajadores en actividad seguían trabajando "en negro", los capitalistas se dedicaron de lleno a la tarea de aumentar sus ganancias aprovechando las condiciones favorables. La economía del país creció y creció desde el 2003 en adelante. El sentido común capitalista, ese que enseña que cada uno debe dedicarse a hacer dinero y a mirar al prójimo como a un enemigo, se fortaleció en lo cotidiano, imponiéndose en cada fábrica, en cada oficina, en cada comercio, en cada campo. Los trabajadores aprendían y volvían a aprender día a día que los empresarios tenían la sartén por el mango y que ningún cambio colectivo era posible. La "batalla cultural" se concentraba en los medios. El sentido común capitalista en la vida cotidiana.

Miguel Del Sel, como Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires, representa una expresión de ese sentido común que hace del dinero, el individualismo y el egoísmo, los valores supremos de nuestra sociedad. Su éxito electoral es una consecuencia paradójica del crecimiento económico promovido por el kirchnerismo. El sentido común imperante enseña que la política no sirve para solucionar los problemas cotidianos y que, por tanto, no tiene sentido pensarla como empresa colectiva dirigida a cambiar la sociedad. En cambio, el sentido común nos dice que la política puede ser una herramienta de progreso individual, y para ello es preciso que esté en manos de los exitosos, de los empresarios, de los tipos que han sabido escalar posiciones en esta sociedad. De ahí que figuras como Miguelito Del Sel sintonicen mejor con ese sentido común que muchos candidatos kirchneristas, que hacen discursos sobre lo bueno que es cambiar la sociedad, pero que se muestran incapaces de modificar un milímetro las condiciones de la vida cotidiana.

Estas reflexiones son, por supuesto, muy incompletas, y tienen que ser reformuladas a partir de un análisis cuidadoso de los datos finos de las elecciones de ayer. No obstante esto, puede afirmarse que esos resultados del comicio ponen en el centro del debate la cuestión de los medios para transformar el sentido común dominante en nuestra sociedad.

Buenos Aires, lunes 25 de julio de 2011

2 comentarios:

Adrita dijo...

Hola Ariel,
Como un amigo kirchnerista que se autodefine como de izquierda me mandó un mail analizando el porqué ganó la derecha macrista-duhaldista las elecciones últimas (se olvidó de los últimos gobernadores), me tomé el atrevimiento de mandarle este análisis tuyo por mail, pues considero que es el acertado.

A los zurdos se nos hace muy difícil remar a contracorriente, pues los progre kirchneristas creen que debemos "esperar aaañooos" los "cambios sociales" porque si impulsás las luchas para conseguirlos sos un loquito que buscás la muerte y encima le hacés el juego a la derecha.

Ellos que nos acusan de iluminados puristas son los pregoneros de delegar a la "iluminada jefa de Estado" las mejoras sociales "que nunca llegan" y por tal motivo "frenan las luchas" y por ende son los responsables de que la derecha más rancia comience nuevamente a obtener poder a través de las urnas.

El socialismo no es utópico y seguiremos luchando para que nuestra gente tome conciencia que el cambio es posible y que está en sus manos, en nuestras manos el lograrlo.

Beso

Ariel Mayo (1970) dijo...

Adrita, gracias por hacer circular el texto.
Coincido con todo el planteo que hacés. Y estoy de acuerdo en calificar al kirchnerismo como una variante del progresismo. En este punto creo que es donde hay que dar la "batalla cultural", si cabe el término. Si la sociedad en la que vivimos es capitalista (y no creo haya muchos que estén en desacuerdo con esta caracterización), el paso siguiente es reconocer que el capitalismo se construye en torno a la lucha entre los empresarios y los trabajadores. Si no se acepta la lucha de clases (el gran principio que permite explicar la dinámica de las sociedades capitalistas), es muy difícil entender en torno a qué cuestiones gira la lucha por el poder en Argentina en particular, y en cualquier sociedad capitalista en general. Ahora bien, la lucha de clases gira en torno a la disputa por el control de los medios de producción, porque el acceso a los mismos implica control sobre la propia existencia. Si paso la mayor parte de mi vida obedeciendo lo que dice la patronal, aceptando los ritmos de trabajo que impone la gerencia, agachando el lomo y aceptando ser flexibilizado porque si no voy a parar a la calle, la lucha por el control de esos medios de producción se vuelve una cuestión vital para los laburantes. Esto lo saben los empresarios, que pueden aceptar el régimen democrático de gobierno y el matrimonio igualitario, pero no permiten que se toque siquiera un fragmento de su autoridad en la fábrica. Fijate que el golpe de 1976 tuvo como una de sus tareas centrales eliminar a los delegados, a los miembros de las comisiones internas y, en general, a todos los cuadros intermedios en los lugares de trabajo. Así, 1976 cerró un ciclo iniciado en 1945-46, en el que las comisiones internas se habían convertido en un factor de poder en la empresa.
Los progresistas (incluidos los kirchneristas) no ven que la fábrica (el proceso de trabajo en general) sea un lugar donde se hace política. De ahí que su esfuerzo, cuando efectivamente quieren transformar la realidad, se desarrolle en lo que ellos llaman el campo "cultural", haciendo una interpretación horrorosa de Gramsci. En este sentido son infinitamente más utópicos que la izquierda que intenta ser revolucionaria, porque se concentran en un frente que es secundario, y dejan lo cotidiano en manos de los capitalistas.
En otras palabras, si como izquierda hemos mostrado ser incapaces (por ahora) de construir una alternativa política que discuta poder en serio, los kirchneristas ni siquiera se plantean este problema. Y, hay que decirlo, esto no es un problema del kirchnerismo en particular, sino de todo el arco que se define como "progresista". Fijate hasta qué punto se están divorciando de lo cotidiano, que en Jujuy las tierras ocupadas por el pueblo sumaban entre 13 y 15 hectáreas, en tanto que los Blaquier tienen en la misma zona 130.000 hectáreas (y no pagan impuestos por la tierra desde, por lo menos, 1977). Aquí se ve hasta qué punto es utópico la "revolución cultural" que plantean. Perdón, pero me fuí al diablo con la extensión.
Un beso